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Sofía Hernández (El Salvador)

“Nosotras nos cuidamos entre nosotras, en medio de las situaciones duras descansamos,

pero seguimos en lucha”

Foto: Asociación PB. https://es-la.facebook.com/pg/probusqueda.joncortina/photos/

Fundadora del Centro para la Promoción de los Derechos Humanos “Madeleine Lagadec” CPDH, e integrante de los espacios de trabajo y redes que aglutina a: Comité de Familiares de Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos “Marianella García Villas” CODEFAM; Comité de Madres Y Familiares Cristianos de Presos, Desaparecidos y Asesinados COMAFAC; y Comité de Madres y Familiares de Presos, Desaparecidos y Asesinados Políticos de El Salvador COMADRES ; Comité Pro Monumento a las Víctimas Civiles del Conflicto; y Comité de Recuperación de la Memoria Histórica y la Reparación para Víctimas del Conflicto.

Mi origen, mi familia, mis pérdidas

Soy Sofía Hernández y nací en febrero de 1944, en el Cantón San Pedro Agua Caliente jurisdicción de Verapaz, departamento de San Vicente1 de El Salvador. Ahí crecí y también me casé, hasta el 23 de marzo de 1980, que nos sacaron de manera forzada. Ese día llegó a nuestra Comunidad -de aproximadamente 300 casas- la Fuerza Armada, y mataron a mi cuñado, a dos sobrinos y a otro señor, mataron a 4 personas ese día y fue cuando salimos de allí sin saber a dónde ir.

Mi vida fue muy dura porque nosotros éramos muy pobres y vivíamos del pequeño jornal2 que ganaba mi papá por trabajar en la finca del papá de los Cristiani3. Ese jornal nunca nos alcanzaba, éramos cinco hermanos. En realidad, fuimos siete, pero se murieron dos y quedamos cinco: dos mujeres y tres hombres. De las mujeres mi hermana Dolores era la mayor y el hermano al que primero desaparecieron en el conflicto armado era el mayor de los hombres. Dos de mis hermanos fueron desaparecidos por la Guardia Nacional de El Salvador. Cuando mi hermano mayor desapareció tenía 41 años, y mi hermana Dolores, una gran luchadora4, murió hace 2 años y tenía 77 años, mi hermano el que nos quedaba, también murió pero de muerte natural. Mi papá en los años 80 ya había muerto, pero en ese tiempo vivíamos todos juntos en la comunidad.

A mi hermano menor, Mauricio que tenía 29 años lo desaparecieron el 17 de septiembre de 1980, por la Guardia Nacional. Él trabajaba en un Instituto Regulador de Abastecimientos IRA, era como una gran tienda en la que vendían arroz frijoles y azúcar, y ahí llegaron a sacarle y nunca supimos más de él. Mi hermano mayor venía de comprar abono de Cojutepeque y por el Río Jiboa lo bajaron del bus y se lo llevaron y tampoco nunca supimos nada de él. Mi mamá murió de 93 años y sufrió mucho, padeció mucho por los hijos que nunca volvió a ver.

Cuando yo era niña trabajé mucho, recuerdo que tenía 9 años  y ya ganaba 0.25 centavos de Colón5 al día, poquísimo¡, mi hermana Dolores tenía 12 años y nos íbamos a trabajar al Volcán Chinchontepec donde los Cristiani. Crecimos en la miseria porque yo sólo supe de trabajar y nunca fui a la escuela, y tampoco mis hermanos y mi hermana, yo no sabía leer, pero aprendí a leer de mayor. Trabajamos en la corta de café y sembrábamos de todo, izote, por ejemplo. Yo me casé cuando tenía 23 años y antes de casarme pensaba, "yo después de casarme ya no quiero ir a hacer este trabajo”, pero fue en vano, me tocó seguir haciendo lo mismo, mi esposo era pobre también así que nos tocó ir a trabajar a los dos, yo tuve 6 hijos, 3 mujeres y 3 hombres y me tocó criarlos así en esa pobreza.

La iglesia popular, la organización, la huida

Quiero contar lo que hacíamos en Agua Caliente, por lo que nos mataron a tanta gente y por lo que nos sacaron de ahí. Pertenecíamos al Plan Parroquial, éramos como 25 personas que estudiábamos la biblia, aprendíamos la palabra de Dios y escuchábamos y difundíamos las homilías de Monseñor Romero, hoy hecho santo por la Iglesia Católica, por el Vaticano. Por eso nos empezaron a perseguir, a buscar y a criminalizar, y un día antes del asesinato de Monseñor Romero nos sacaron de nuestras casas y ya no pudimos volver.

Ese 23 de marzo de 1980 que los soldados mataron a mi cuñado y a dos sobrinos que eran catequistas, tuvimos que salir huyendo, corriendo con lo puesto, con todas las criaturas íbamos mi mamá, mi hermana, mi tía y yo. Primero nos fuimos para una quebrada, cerca de un río, allí nos escondimos porque pensábamos que luego podíamos volver. Lo mismo hicieron cada familia, cada casa, cada quien se fue para donde pudo, eso pasó en la mañana.

Cuando volvimos a la Comunidad, ya como a las 5 de la tarde, queríamos entrar en nuestras casas, en ese momento pensamos que podíamos seguir viviendo ahí, pero encontramos unos rótulos que ponía “La Mano Blanca6 les busca y les vamos a matar”. Así nos dimos cuenta de que ya no podíamos seguir viviendo ahí, había bastantes rótulos, y habían cateado y registrado todas las casas, saqueado las tiendas bien bonitas que había en la comunidad, le habían dado la vuelta a todo. En ese momento se habían ido, pero sabíamos que iban a regresar, así que cogimos nada más dos cobijas para envolver a los pequeños y nos volvimos a ir a la quebrada, cerca del río, toda la noche pasamos ahí.

A mi hermano todavía no lo habían desaparecido, a él le desaparecieron en septiembre de 1980, y esto fue en marzo, y entonces él nos fue a buscar, nos dijo que nos fuéramos a su casa y así hicimos, pero en la comunidad donde él vivía nos trataron mal, no querían que estuviéramos ahí porque decían que estábamos señalados, nos andaban buscando y les traeríamos problemas. Así que como a las 4 de la mañana volvimos a coger a las criaturas y nos marchamos. Nos fuimos al pueblo de Verapaz, cuando llegamos allí estaba lleno de gente que también andaba huyendo y buscaban posada, un sitio donde dormir y comer. Yo tenía allí una comadre que era catequista y con la que nos solíamos reunir en la iglesia y me fui con ella, a su casa.

Había unas 350 personas que andábamos por allí, huyendo, o quizá más porque había como 300 casas y cada casa tenía varios hijos. Teníamos mucho miedo, allí lo dejamos todo, lo perdimos todo… Nos tuvimos que ir por defender nuestra vida, por sobrevivir. Así que yo me fui con mi comadre, Esperanza se llamaba y era la madrina de mi niña, la más pequeña, que tenía 6 meses. Ella me dijo que le dejara a la niña, que ella la iba a cuidar, yo le dije, “mire yo lo siento mucho, pero yo no me voy a separar de mis hijos pase lo que pase”. Ahí me quedé 15 días, pero luego tuve que irme porque amenazaron a mi comadre.

Mientras, mi marido me había estado buscando, él trabajaba en San Salvador y yo no le había podido avisar donde estaba, así que después de andar huyendo, por fin nos encontró. Yo en toda esta huída andaba con mi hermana, con mi mamá y con todas las criaturas. Esos más de 15 días fueron muy duros huyendo, sin nada, gracias a la gente pudimos comer, aunque sea tortilla con frijoles, fue muy duro…Entonces mi esposo me llevó a vivir a Cojutepeque, desde ese momento hasta septiembre de ese mismo año.

Estaba viviendo en Cojutepeque cuando mi hermano mayor llegó a dejarme un saquito de elotes y pasó comprando abono y cuando él volvía ya para casa, después de darme los elotes le mataron, le bajaron del bus en el que iba. Nos dio miedo y nos tuvimos que ir de Cojutepeque. Mi hermana, en ese momento estaba viviendo en Mariona y nos fuimos inmediatamente para ese lugar. Y así anduve viviendo, de un lado a otro hasta que ya nos cansamos de andar huyendo.

La organización en el PRTC

El 3 de julio de 1981, me mataron a mi esposo, y me quedé yo otra vez sin tener a nadie, con los seis niños, y la verdad es que no hallaba qué hacer y tuve que organizarme7. No tenía trabajo, ni dónde vivir, ni que comer, no tenía nada y tuve que organizarme en el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos PRTC, una de las 5 facciones que conformaban el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional FMLN.

El PRTC nos ayudó a conseguir una casa a la que nos fuimos a vivir: mi mamá, mi tía, mi hermano, mi hermana y su nuera, los niños y yo. Nos fuimos a vivir más de 20 personas al kilómetro 11 de Apopa, cerca de una refinería. Ellos nos ayudaban a pagar la casa y nosotras íbamos a comprar maíz a Ciudad Delgado y hacíamos tortillas para vender y sobrevivir, los niños no iban a la escuela porque en ese entonces teníamos que andar de arriba para abajo y éramos muy pobres.

El 31 de diciembre de l981, mis niños, mi tía y yo, nos fuimos a vivir a San José Las Flores, pues la organización me dijo que tenía que formar parte de “un corredor”8. Mi mamá se quedó con mi hermana para ayudarle a cuidar a los niños, mi tía se vino conmigo. A partir de allí comencé a vender con una canasta9 en la cabeza, y así durante dos años. A la canasta le metía todo tipo de cosas y me la ponía en la cabeza. Normalmente andaba con otra señora, íbamos las dos a todos los cantones cercanos a vender chucherías, jugos y otro tipo de cosas que iban por encima, pero en la parte de abajo llevábamos zapatos, velas, baterías, azúcar, arroz, aceite, etc. para los compañeros que estaban en las montañas.

Teníamos que pagar 10 colones mensuales a la “Defensa Civil” que se ponían en la calle para dejarte pasar o no, y estaban vigilando constantemente. Llevábamos los canastos bien llenos, bien pesados de cosas, aunque hacíamos como que no pesaban para que no sospecharan, íbamos por todos los cantones que estaban cercanos al lado del Guayabal. En la parte de arriba poníamos de todo, luego nos íbamos coordinando con los compañeros. Muchas veces tenía que ir a por la mercadería, cajas enteras de zapatos que repartía en las 5 casas y ya abajo del canasto llevábamos baterías, velas, zapatos, azúcar cosas que ellos necesitaban. Cuando pasábamos donde estaba la Defensa Civil nos pedían que bajáramos los canastos para revisárnoslos y después de convencerles nos dejaban pasar. Era duro a veces nos encontrábamos en medio de la nada, lejos de la pared y había una gran balacera, o al lado del río Paz, y de un lado estaba los militares y del otro los muchachos10 y nosotras en medio pasando la balacera.

Durante todo este tiempo los niños estaban en la casa porque a mí jamás me gustó llevar a los niños a estas cosas, me iba siempre sola, los niños se quedaban en la casa con mi tía y yo me iba con la otra compañera y así pasamos viajando para llevar muchas cosas que nos decían los compañeros. Otra de las cosas que yo he hecho siempre es acompañar y visitar a presas y presos políticos, comunicarles con sus familias y apoyarles en lo que pudiera, las presas políticas que estaban en la Cárcel de Mujeres y los presos en Mariona.

Pérdidas, sin entierros dignos

A mi marido le mataron en julio de 1981, y nunca pude hacer el duelo de esa perdida. Fue un día viernes que salió como a las 10 de la mañana, y a las 3 de la tarde me avisaron que le habían visto caer11 por el parque Cuscatlán, me fui a buscarle, me llevé a mi hijo mayor que tenía 13 años. Primero le fui a buscar a la Comercial donde trabajaba, cerca de la Alcaldía de San Salvador, fui a preguntar al patrón si sabía algo de mi marido, y le dije “mire, que me han dicho que le vieron caer, parece que por la cancha de básquet en el parque Cuscatlán ¿qué ha pasado? “, el patrón de mi marido me dijo: “espere, le voy a acompañar, vamos a ir a la Cruz Roja, a la Cruz Verde, a la Cruz Azul” y a todas las cruces que había fuimos a buscarlo y no lo encontramos.

Todo el día, hasta la noche me acompañó a buscarlo y no lo encontrábamos, ese día me fui para la casa, pero al día siguiente volví a intentarlo, siempre acompañada de mi hijo de 13 años y fuimos al cementerio de la Bermeja, a la morgue, y el patrón de mi marido nos alcanzó después. Fue un día sábado en la mañana y ya lo llevaban a enterrar a la fosa común, llegó mi hijo corriendo y llorando porque fue él, el primero que lo vio. El patrón de mi marido me ayudó a sacarlo porque yo no me lo podía llevar a casa, él compró la caja, y pagó a la funeraria Guadalupe que estaba por el Parque Centenario, ahora ya no existe esa funeraria. También arregló lo que se necesitaba en el cementerio en Ciudad Delgado, ahí fuimos a enterrarlo solo con la familia, con mi mamá y con los niños. Pero el problema fue que al no haber tanta gente para que me ayudara, hicimos un hoyo que no fue muy profundo, quedó bien “pachito” pues, y ahí lo metimos, pero lo sacaron, no sabemos quiénes sacaron su cuerpo y se lo llevaron, ya no lo encontramos, hasta el momento yo no sé dónde está el cuerpo de mi marido ni quién lo fue a sacar. Él tenía un seudónimo, que era “Víctor Hugo” y yo por miedo no le puse el propio nombre y le puse ese pseudónimo, pero resulta que pasadas dos semanas de enterrado buscaban a un tal Víctor Hugo y parece que se confundieron o quien sabe, pero llegaron al cementerio y nadie les supo explicar nada. Luego fueron a preguntarle al patrón de mi marido (quien había hechos las gestiones en el cementerio) y en ese momento él tuvo miedo y dijo que no le conocía, que solo conocía a su mujer. Tenía mucho miedo porque podían matarle a él también, así que dijo no conocerle. Y luego no me supo explicar quiénes eran los que habían ido a preguntarle.

Después de los Acuerdos de Paz (que se firmaron en 1992) quise hacer la exhumación y no pude, no había nada, solo estaba la cruz que le había puesto y que decía “Víctor Hugo”, la caja no estaba. Muy difícil saber quiénes se lo llevaron, supe que venían de Usulután, pero no supimos a ciencia cierta. Actualmente, la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Adultas Desaparecidas en el Contexto del Conflicto Armado de El Salvador CONABUSQUEDA, me están ayudando para encontrarle a mi esposo, pero aún sin resultados. Yo estuve ayudando a muchas familias con las exhumaciones después de la guerra, pero ahora ellos me están ayudando a mí.

Luego mi hija, Norma Guadalupe, que tenía 19 años cayó en combate en el municipio de Soyapango, durante la ofensiva de 1989. Mi hija se organizó en el FMLN cuando aún no había cumplido los 15 años. Un sobrino me avisó cuando cayó, pero cuando fui a buscarla nadie me dijo nada, no me dieron ninguna información, sólo que en una cancha de fútbol pusieron un montón de cuerpos y luego los quemaron, también me dijeron que habían enterrado bastantes cuerpos en una fosa común en el Cementerio de Soyapango, pero a mi hija nunca la encontraron. Se hizo una exhumación y sacaron a otras, pero a ella no. Era muy difícil reconocerles porque dijeron que los habían subido a la cancha de fútbol y que los soldados les habían echado gasolina y les habían quemado. Entonces, aunque hubiera estado allí es imposible, ¿qué restos iba a haber? ¿cómo se iba a reconocer mi hija de esos restos quemados? Mi hija tuvo una niña y de 6 meses me la dejó a mí para que yo la criara, la niña nació en el Frente y ahora está viviendo en Argentina.

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Mi paso por la cárcel

El 11 de octubre de 1990, yo caí presa, nos capturaron cerca del mercado La Tiendona, a mí y a otro compañero que en ese momento estaba saludando y que tenía años de no verle. A él le andaban siguiendo y yo eso no lo sabía, a mí no me andaban buscando por nada, no tenían de que acusarme; yo ayudaba a las familias a buscar a sus familiares, a los presos y presas, transportaba cosas de primera necesidad. La Policía de Hacienda nos capturó a los dos, nos subieron a un camión como a las 11 de la mañana, nos tiraron unas lonas negras encima y desde entonces empezaron a darnos vueltas y vueltas, no sé qué hacían. Ya de noche, nos llevaron para la policía y ahí nos tuvieron 5 días, me hicieron hacer sentadillas hasta que no aguantaba más, luego me levantaban del pelo, me desnudaron, me pusieron una camiseta llena de orines, salí de allí llena de llagas, moretones, dolor, me daban culatazos con las armas en la espalda, en las rodillas, y ese es el daño que yo tengo hoy en la espalda y en la rodilla. Cuando terminaron, después de esos 5 días me sacaron de los calabozos y me pusieron una venda y me dijeron que iba a firmar lo que ellos querían. Yo no podía ver nada y firme todo lo que me dijeron, yo estaba con una venda y fueron un montón de papeles que firmé. Después de eso al compañero se lo llevaron para la Cárcel de Mariona y a mí me llevaron para la Cárcel de Mujeres.

Acusaciones falsas y separación de mi familia

En 1985 me acusaron falsamente de haber participado en el atentado conocido como el de la Zona Rosa12. Los compañeros me dijeron que mejor me fuera del país, aunque yo no había hecho nada, al gobierno eso no le interesaba, sólo buscaban culpables. Me sacaron del país y para mí fue una gran tragedia porque tuve que dejar a mis hijos solos y mi tía estaba enferma, con cáncer en la garganta y le estaban dando quimioterapia y no iba a resistir mucho más y yo me fui con ese dolor de mi tía enferma, mis hijos… Estuve en Cuba 3 meses y luego cuando yo quería regresar y entrar al país no pude porque tenían todo retratos hablados míos,  yo venía para acá y no pude entrar, y habían capturado a mi hija y a una sobrina ellas andaban por los 16 años, así que me fui a Nicaragua, allí estuve un año y medio, y ha sido de lo más doloroso que recuerdo: el dejar a mis hijos… estuve en Nicaragua trabajando con el partido, y luego me mandaron a México, porque estaban preparando la Ofensiva de Noviembre13 y yo tenía que entrar otra vez al país en 1989 y recibir y ayudar a mucha gente que estaba fuera. En ese año y medio a mi familia, mi hermana, hijos y sobrinos las llevaron a Nicaragua.

Yo ahora tengo 76 años, en febrero del otro año cumplo 77 y lo más duro que he vivido es no saber nada de mis hijos, no saber si estaban bien, si comían, eso es lo más duro de estar fuera, yo no tenía noticias de ellos, sabía que estaban sufriendo mucho y nadie podía decirme nada de ellos, era peligroso, podían correr riesgos…No saber si se enfermaban, si les faltaba algo, ese dolor es muy grande, fueron como 4 años de extrañarles, mientras estuve entre Nicaragua y México.

La ofensiva “hasta el tope” de 1989

En septiembre de 1989 yo volví a El Salvador, me vine porque yo tenía que recibir a toda la gente que iba a entrar y tuve que ir a ubicarles por todo el país. Les recogía, les llevaba a las casas; les organizaba todo el recibimiento. Pasé todo septiembre, octubre y parte de noviembre organizando todo eso. El 11 de noviembre tenía que ir a una boda ficticia14 allá por el Hospital Psiquiátrico y allí estábamos cuando comenzó toda la balacera, éramos 40 los que estábamos ahí en esa supuesta boda y nos dijeron váyanse, váyanse.

Yo antes de la ofensiva de noviembre no pude ver a mis hijos porque ellos estaban en Nicaragua y yo estaba en El Salvador, ellos estaban allá con mi mamá y con mi hermana y yo estuve sola durante casi 4 años de exilio. Volví a El Salvador y no tenía donde vivir y no conocía a gente, a mí me dijeron “vete a El Salvador y organiza esto”. Yo me tuve que rebuscar con algunas amistades de hace años, algunas sabían en lo que yo andaba, pero no todas y no todas me querían hablar. Tenía una señora conocida que vivía en la colonia Sierra Morena, a la que le fui a decir con toda vergüenza “por favor yo necesito un sitio donde quedarme” y me dio posada, me dio de comer, nos pusimos a platicar después de todo estos 4 años y ella no sabía nada de la ofensiva, ni de nada de lo que iba a pasar y me quedé ahí y de ahí me fui a la boda, y nos avisaron que habían capturado varios casamientos.

Entonces ya nos dispersamos y nos quedamos perdidas con otra compañera, y nos fuimos por el lado de la colonia Prados de Venecia y nos metimos en un pasaje y de repente en ese pasaje nos empezamos a encontrar a gente, y esa hora -como a las 7 pm-  ya estaban bombardeando.

Estábamos en Soyapango, dormimos ahí como pudimos, y al día siguiente, como a las 10 de la mañana, llegamos donde unos muchachos y les preguntamos lo que andaban haciendo ahí y ellos nos dijeron:  “aquí nos tienen” y nosotras no podíamos decir nada porque nos podíamos delatar que andábamos buscando a gente del PRTC y ellos tampoco podían decir nada y nos preguntaban qué andábamos buscando y de repente un muchacho me dijo:  ´mire somos del PC (Partido Comunista) y si andan buscando a otra gente no le podemos decir más´ así que fue una gran suerte porque esa noche nos quedamos con ellos, nos pudo haber pasado cualquier cosa. Al día siguiente ubicamos a nuestra gente, y ahí estaba mi hijo Camilo, otro sobrino, y mi hija, pude hablar con ella como 5 minutos. Dormimos allí el 15 de noviembre, y el día siguiente a la madrugada asesinaron a sacerdotes Jesuitas y a Elba y a Celina15. Manuel Melgar me dijo: “mira vos acabas de venir, conoces todo San Salvador y vas a ir a buscar a la “Hortensia” y a otros compañeros que no sabemos si han caído muertos o si están presos”. Yo era lo que hacía, ayudaba a buscar a gente, a los presos, a sus familias. Así que me fui a la Cárcel de Mujeres, me tardé todo el día caminando, ya que no había autobuses y tampoco tenía dinero, había enfrentamientos y disparos por todos lados. Salí con una banderita blanca, los soldados me insultaban y yo no tenía miedo porque ya llevaba años sufriendo arbitrariedades y como mis hijos no corrían peligro, yo me hacía más fuerte.

Y me encontré a 8 compañeras que estaban en la cárcel y ya me informaron de que otros compañeros estaban vivos. Para entrar en la cárcel daba el nombre de alguna presa común, no política. Así que les vi y ya podía decirles a los otros lo que había pasado. Las compañeras me dijeron que me fuera, que corría peligro allí, pero me habían enseñado que las órdenes se cumplen, no se cuestionan así que yo tenía que cumplir mi misión. Así que otra vez tenía que salir a buscar a los compañeros del PRTC para informarles y a las familias. Luego me dijeron que me fuera a Nicaragua con mi familia. La situación era muy peligrosa y Miguel me había dado un papelito que yo no había visto y me decía que me fuera a buscar a “Francisco” que él me iba a dar dinero y me mando al banco con un cheque y me dieron 3.000 Colones.

Y en eso me encontré con una compañera -que su madre no podía tenerla en su casa- porque le andaban buscando, y estaba herida, y me la llevé conmigo,  así que con eso fui a alquilar una pieza (habitación) en San Marcos y compre dos camas y una hornilla con la intención de irme más adelante, pero me fui encontrando con gente que me pedían ayuda y se me retrasaba el viaje y al final llegamos a ser como 6 personas en la pieza, y yo salía a comprar comida y a buscar más gente que me decían que habían desaparecido que sus familias no les encontraban.

Muerte de mi hija y búsqueda de desaparecidos

Yo quería ver a mis otros hijos que estaban en Nicaragua, pero mi hija cayó en combate el 20 de diciembre del 89, y empecé a buscar su cuerpo y ya no me fui para Nicaragua. Quería encontrar a mis compañeros para decirles que no me iba, que me quedaba a buscar a mi hija y a ayudar; pero nadie me quería llevar hasta donde ellos estaban. Luego salieron las mujeres presas y me las traje a vivir conmigo, yo andaba buscando gente desaparecida y el cuerpo de mi hija, porque después de la ofensiva cada uno tenía que ver como se salvaba, cómo salir adelante. La gente me llamaba para que les ayudara y yo no podía decir que no.

Yo sinceramente, después de la noticia de mi hija no sé qué sentí, porque en esa etapa estaban pasando tantas cosas que yo no pude elaborar ni hacer duelo, necesitaba saber lo que había pasado, sabía que mi hijo estaba vivo y quería encontrar a los familiares y a compañeros para contarles de toda la gente que me había encontrado, y les encontré y pude decirles quienes estaban vivos y quienes estaban presos y les dije que quería seguir buscando gente. Por suerte yo tengo buena memoria y la gente empezó a pedirme ayuda para encontrar a sus familias y así empecé a acompañar gente.

Después de eso, en el mes de enero, me mandaron a Guatemala a recoger un dinero y fue un viaje muy duro pasar por toda la guardia y los soldados, y volviendo a El Salvador, no podía entrar a los Cantones porque estaban llenos de minas antipersona. Ya después también me tocó acompañar a “Camilo”, mi sobrino a Guatemala y traerle al “Tortuguero” y esa fue la última vez que le vi porque le mataron cuando yo estaba presa. El día que me capturaron, en 1990 yo tenía una foto de mi sobrino con su hijo, y quería llevársela a mi hermana a Nicaragua y fue terrible porque me cogieron esa foto y un juzgado popular me condenó a 4 años de cárcel.

Firma de “Los Acuerdos de Paz” y salida de la cárcel

Estaban negociando la Paz y firmaron “Los Acuerdos de Paz” en 1992 en febrero así que estuve sólo 22 meses en la cárcel. Ese tiempo lo aproveché porque me saqué el graduado, aprendí a leer y escribir bien y a hacer crochet y vivía de lo que vendía, de los manteles y otras cosas que hacía y que me compraban las delegaciones internacionales. Mucha gente estuvimos en la cárcel.

Cuando yo salí de la cárcel mi hijo que se había metido al FMLN ya estaba desmovilizado16 ya se había acompañado tenía un hijo y estaba recuperándose de sus heridas porque había sido baleado. Yo salí de la cárcel y de nuevo no tenía a donde ir y me encontré con que mi hijo y mi nuera estaban igual, así que nos fuimos a una pequeña casa de mi hermana Lola que ella había abandonado por la guerra. En ese momento mi hermana y mis hijas estaban en Cuba. Pero a la casa no podíamos entrar porque no se habían pagado las cuotas que, aunque eran muy baratas nadie podía pagarlas. En la cárcel había aprendido a hacer “crochet” y me dieron la buena noticia de que habían rifado un sobre cama muy grande que yo había hecho y me dieron el dinero y con eso pude pagar alguna cuota y compré una cocinita y nos fuimos a vivir allí en condiciones muy pobres.

Fundación del Comité de Derechos Humanos “Madeleine Lagadec”

En los primeros meses de 1992, con otras compañeras (como Lucía que era navarra y Lídice venezolana), comenzamos a hacer trabajo de Derechos Humanos y fundamos el Comité “Madelein Lagadec”17. Empezamos el trabajo apenas sin dinero para movernos, en unas condiciones bien básicas, ni para movernos teníamos. Teníamos un salario que apenas alcanzaba a mantener a la familia. Mi otro hijo se vino de Nicaragua con su pequeño hijo, mis hijas llegaron de Cuba, y llegó también mi hermana Dolores. Entonces ahí estuvimos toda la familia y yo les mantenía todos.

En el Comité “Madelein Lagadec” hicimos muchas cosas, trabajamos muy duro con el tema de las exhumaciones, seguimos buscando desaparecidos, recogimos muchísimos testimonios de las masacres, de asesinatos. Lo primero fue formarnos en Derechos Humanos y también formar a otras personas. Después de haber pasado una guerra, de todo lo que habíamos pasado, era increíble pero no conocíamos [teoría] los Derechos Humanos y teníamos que estudiarlos.

Empecé aprendiendo la Convención de los Derechos Humanos, entré a esas capacitaciones que nos dio la ONUSAL18 y luego yo daba charlas y formación por todo el país. Otro de los trabajos que hicimos fue la recogida de testimonios. Yo estuve luego recogiendo testimonios para la “Comisión de la Verdad” de todo lo que habían vivido en el conflicto compañeras y compañeros por todo el país. Estuve buscando gente para que pudieran dar su testimonio también. Yo me anduve caminando hasta el último rincón en todos los cantones para traer esa gente hasta aquí, a la capital para que pudieran contar sus vivencias a la Comisión de la Verdad. Yo conocía mucha gente y mucha gente me conocía así que hablaban conmigo.

También estuve recogiendo testimonios para documentar las masacres, como la del “Calabozo”, la de “Las Hojas”, y bastantes más… Más de 200, y más de 200 casos de personas individuales. Yo recogía a la gente, la traía para que le recogieran testimonio, estuve también recogiendo testimonios, reuniendo a todas y todos para que supieran lo que estábamos haciendo. Mucha gente nos pidió ayuda para saber dónde estaban sus muertos, para contar lo que había pasado, mientras también estaba en la búsqueda de los cuerpos de mis familiares, en la búsqueda de los cuerpos de familiares de otras tantas personas, acompañando a gente, haciendo presión para hacer exhumaciones.

Hemos encontrado muchos cuerpos de familiares de compañeras y compañeros, hemos buscado mucho durante estos 30 años… Yo estuve trabajando 12 años con el CPDH “Madeleine Lagadec” en las zonas donde se vivió lo más duro del conflicto armado, en Perquín, Arambala, buscando personas desaparecidas. Era un duro trabajo convencer a los jueces para que les exhumaran, pero en muchos casos lo conseguimos, en más de 700 casos. Y otro trabajo era también ir sumando más gente, que más gente hablara, que más gente buscara a sus desaparecidos, recuperar los nombres de todas las desaparecidas y desaparecidos. Seguir sin cansarse buscando testimonios de asesinatos, de torturas. Hemos asentado muchas partidas de defunción para familiares.

Recuperación de la memoria, conciencia de clase y duelos postergados

En lo personal, a mí me resulto difícil recuperar toda esa historia, yo no me miraba, yo ni siquiera sabía lo que me había pasado. Yo me acuerdo que cuando estuve haciendo un trabajo con el abogado Víctor Hugo Mata, hablábamos mucho, estuvimos dando charlas de Derechos Humanos, íbamos los dos juntos y yo le decía: “No, a mí no me torturaron” porque yo pensaba que las torturas solo eran cuando le dejaban heridas muy fuertes a uno, y él me preguntaba “Contame, que te hicieron a vos” para que le dijera lo que había vivido, y entonces yo le contaba todo lo que lo que me habían hecho… pero para mí esas no eran torturas, y él me dijo: ´Eso que me estas contando es tortura´ y él, poco a poco me fue orientando bien, porque yo no sabía lo que yo había vivido, lo que eran torturas, yo duelo no he tenido hasta el momento, yo ahora me estoy trabajando eso, pero duelo no he podido tener…

Yo he llorado, yo he aprendido a llorar, mi hermana Dolores no lloraba y eso le llevó a la tumba… Yo aprendí a ser fuerte con ella, pero yo lloraba por suerte, y miraba a mi hermana que no lloraba y yo lo vivía mal, porque mi hermana era bien fuerte y yo quería ser así como ella, pero no podía. Mucha gente ha entrevistado a mi hermana y a mí me preguntaban también cosas. Mi hermana ha contado también su historia y ha luchado mucho.

Algo muy importante para mí fue asistir a la canonización de Monseñor Romero19 me regalaron el pasaje y fue para mí uno de los momentos más importantes de mi vida porque yo con eso he terminado de llenar mi vacío, porque para mí Monseñor Romero fue importante, él me enseñó el tema de la justicia, yo me comencé a preguntar porque era que la gente se había organizado y no era por ganas de hacer el mal, la gente se organizó porque estaba muriéndose de hambre, yo viví todo eso y yo todo esto lo fui a contar en Europa cuando canonizaron a Monseñor Romero, porque es nuestra Memoria, porque es importante saber por qué había pasado todo.

Yo siento que a mí no me obligaron a organizarme en el PRTC, yo tenía conocimiento del sufrimiento, de la pobreza, de que no teníamos agua en la casa, que no teníamos luz, que no teníamos que comer, que vivía en una casa de paja…todo eso a mí me hizo pensar, y por eso yo comprendía cuando decía Monseñor Romero que no, que eso no era dignidad y que nosotros teníamos derecho a una dignidad. Ninguno de mis hermanos fue a la escuela porque mi mamá y mi papá no tenían dinero y apenas para alimentarnos, y ellos pasaban trabajando de sol a sol.

Yo por eso empecé a tener conciencia ya sobre la lucha de clase, yo leía la Biblia, yo oía las homilías de Monseñor Romero, y así aprendí, y todo eso me enseñó a que no, a que no tenía que sentirme culpable por la pobreza, no debíamos nada nosotros y por eso empecé a catequizar. Antes no sabíamos nada, ahora uno ya conoce la Constitución de la República y sabe que el primer artículo dice que el bienestar de la familia es por lo que tiene que velar el Estado y el presidente, antes no había nada de eso, no era para nosotros, no, a nosotros no nos llegaba nada de eso… y por eso fue bien importante para mí aprender y conocer, porque por todo este proceso supimos que teníamos derechos, antes ni sabíamos que teníamos derechos, los derechos no eran para nosotros.

Y hemos aprendido haciendo también ese trabajo de memoria, y lo hemos contado, se los hemos contado a las delegaciones y todas las personas que venían a conocer “el Monumento”20. Hemos trabajado en varias comisiones, la Pro-Monumento y la comisión Pro-Memoria Histórica. Lo que no nos han reconocido es el 30 de agosto como el Día Nacional de la Desaparición Forzada. Por la Memoria seguimos luchando, por esta fecha conmemorativa.

La lucha de conseguir que el 30 de agosto sea el Día de las personas desaparecidas.

Yo sigo a mis 76 años en los tres Comités, CODEFAM, COMADRES y COMAFAC. Hemos presentado una pieza a la Asamblea para que nos reconocieran el 30 de agosto como día de los desaparecidos y no habido ninguna respuesta. Ha habido muchas víctimas del conflicto que vinieron de todos lados, lo reconocimos, hicimos un encuentro, hemos pasado tres días para formular una Ley que nos ayudara, para que entendieran el porqué de la lucha de que el 30 de agosto fuese reconocido, hicimos 25 puntos que presentamos a la Asamblea y no tuvimos respuesta.

No hay una cosa concreta que podamos decir que hemos logrado con esto. Porque el Decreto 20421 por ser Decreto Ejecutivo el nuevo presidente lo tiró a la basura y el Gobierno anterior del FMLN lo hubiera hecho Ley. Ese Decreto ellos [el FMLN] tuvieron que haberlo hecho Ley y no lo hicieron, esto ha venido a tirar mucho trabajo, porque no aseguraron y esas son las consecuencias que tiene ahora el FMLN, no aseguraron, no reconocieron todo el trabajo, y es mucho trabajo, hay muchas organizaciones, PROBUSQUEDA, CONABUSQUEDA, CRISTOSAL, mucha gente está allí trabajando por el reconocimiento de la Memoria y no hemos podido lograr nada, queda mucho todavía por hacer.

El 4 de junio de 2017 murió mi hermana Dolores Hernández, ella creó ese Comité de la Memoria y hace poco se murió mi prima que también tenía 1 hijo desaparecido y 1 asesinado, y ellas no han podido ver los resultados del trabajo. Y yo le he prometido a mi difunta hermana Dolores que no me voy a morir sin que podamos conseguir algo, y todas nosotras ya estamos mayores, ya estamos cojas, tenemos muchos problemas de salud y ya no tenemos tantas fuerzas para seguir a veces, porque estamos enfermas.

Hasta conseguir el objetivo a pesar de la precariedad

Durante estos 30 años mis compañeras y yo hemos estado en esta lucha, pero no hemos tenido siempre apoyo, y bueno, hoy en día mis hijos me han podido ayudar un poco porque yo sola no hubiera podido. Hemos hecho el trabajo sin apenas dinero ni para el pasaje del bus, y con lo poco que sabíamos. Yo llevo toda la vida trabajando, pero sólo estuve en la Seguridad Social los 12 años de la CPDH “Madeleine Lagadec”, solo 12 años cotizados de toda mi vida, me dieron una indemnización de $3000 cuando me jubilé y nada más. Yo no tengo pensión ni de viuda, ni de nada, lo único que yo tengo es un subsidio de $200 porque me dejaron un poco inválida, por las torturas que sufrí. Me acaban de operar de la rodilla y quedé mal de la columna y me costó muchísimo conseguir ese subsidio, estuve dando tantas vueltas.

Yo la verdad que comparto lo que tengo con otras compañeras porque hay mucha necesidad y para mí el dinero no es lo importante, pero es difícil seguir luchando, para las madres, algunas vienen de lejos y ni siquiera tienen ningún subsidio y se ven a veces sin dinero ni para el pasaje. Pero no nos vamos a rendir, yo pienso que si seguimos luchando vamos a conseguirlo, aunque tenemos que conseguir más apoyo. Tenemos un problema bien difícil, que la gente joven ahora está ocupada con sus propias cosas, con buscar un trabajo, con mantenerse y ya decimos que sí faltamos seguirán los hijos, pero quizá es un decir porque es difícil…

Pero la lucha hay que hacerla mientras Dios nos dé vida, yo se lo he prometido a mi hermana, porque esto no puede quedar así, ¡algo tenemos que lograr!!!, Por lo menos lo del 30 de agosto que sea el Día Nacional de Personas Desaparecidas, eso yo se lo debo a mi hermana. Yo sigo trabajando y hay una cosa buena que tengo, que si llamo a alguien viene en mi apoyo, así que seguimos haciendo movilizaciones y la gente viene y apoya, yo llamo para invitarles, les movilizó para que participen. Las madres están enfermas y también hay que cuidar, yo siento que nosotras nos cuidamos entre nosotras, en medio de las situaciones duras, y descansamos, pero seguimos en la lucha.

[Testimonio elaborado con el apoyo de Tania Cañas, enero 2020]

1. San Vicente es uno de los 14 Departamentos que conforman El Salvador. Está en la zona oriental del país y fue muy golpeado durante el conflicto armado.

2. El Jornal es la cantidad de dinero que gana una persona trabajadora por cada día de trabajo.

3. Familia Cristiani, una de las pertenecientes a la oligarquía cafetalera salvadoreña, a la cual pertenecía Alfredo Cristiani político del Partido ARENA y Presidente de El Salvador de 1989-1994.

4. Dolores Hernández, casada con Salvador Mira, asesinado en marzo de 1980, madre de Andrés, desaparecido en 1980, de “Camilo Turcios” caído en combate en 1991, de “Juancito” caído en combate en 1989.

5. El Colón es una unidad monetaria de El Salvador desde 1892. En 2001 fue sustituido progresivamente por el dólar estadounidense.

6. Parte de los Escuadrones de la Muerte de El Salvador. Grupos paramilitares de extrema derecha que se formaron en el Conflicto Armado Salvadoreño.

7. “Organizarse” en aquel momento era vincularse a alguna organización político-social-militar que estaban en oposición a la dictadura.

8. “Un corredor” era una serie de familias que ocupaban viviendas estratégicas para acercar comida y otros artículos de primera necesidad a quienes en ese momento estaban pasando a “la clandestinidad”, pasaban de la ciudad a esconderse en las montañas.

9. Cesto de mimbre o de otro material flexible y de boca ancha en la que generalmente, las mujeres, transportan todo tipo de productos que venden por lo general de manera ambulante.

10. Nombre coloquial que se le daba a las y los militantes del FMLN.

11. Forma de nombrar el asesinato (captura o desaparición) de una persona generalmente vinculada a las organizaciones revolucionarias.

12. Atentado en el que fueron asesinadas 12 personas incluidas 4 Infantes de la Marina de Los Estados Unidos, el PRTC se adjudicó los hechos.

13. La Ofensiva, conocida como Ofensiva hasta el tope o fuera los fascistas, fue uno de las mayores acciones realizados por el FMLN, al llevar a sus milicianos/as a la capital. Inició el 11 de noviembre hasta principios de diciembre 1989.

14. Para la llamada ofensiva, se organizaron varias acciones ficticias, como las bodas, que ayudaron a las personas organizadas a desplazarse y agruparse intentando no despertar sospechas.

15. El día 16 de noviembre en la madrugada el Batallón Atlacatl de las Fuerzas Armadas asesino a 6 sacerdotes Jesuitas y a dos empleadas suyas en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Se conocen como los “Mártires de la UCA”. Aún no se ha juzgado a los actores intelectuales del asesinato.

16. Después de la Firma de los Acuerdos de Paz en febrero de 1992, los combatientes del FMLN entregaron sus armas y se reintegraron a la vida civil.

17. Centro para la Promoción de Derechos Humanos CPDH, “Madeleine Lagadec”, conocido como el Centro Medelin Lgadec. Fue fundado por Sofía Hernández, Lucía Iriarte y Lídice Navas.

18. La Misión de Observadores de Las Naciones Unidas en El Salvador ONUSAL, estuvo en el país desde 1991, hasta aproximadamente 2015.

19. Monseñor Oscar Arnulfo Romero, hoy San Romero de América fue canonizado en 2018. Fue asesinado en marzo de 1980 por denunciar las injusticias y violaciones a los derechos humanos que hacía el Estado salvadoreño. Treinta y un años después del asesinato, se conoció el nombre de su asesino, un subsargento de la sección II de la extinta Guardia Nacional, y miembro del equipo de seguridad del expresidente de la República, quien manifestó que la orden para cometer el crimen la recibió del mayor Roberto D'Aubuisson, fundador de los escuadrones de la muerte y fundador de ARENA. Marisa D'Aubuisson, hermana de Roberto D'Aubuisson, creó, años más tarde la fundación que promovió la beatificación del obispo salvadoreño.

20. El Monumento, un muro de granito ubicado en el Parque Cuscatlán, en San Salvador, recogió en su primera fase 25.626 nombres de víctimas civiles del conflicto, fue inaugurado el 6 de diciembre de 2003. Después de la inauguración, muchas personas solicitaron que fueran incluidos nuevos nombres, por lo que el Comité inició una segunda etapa de recolección de información. Como resultado, el 15 de marzo de 2008 se inauguraron nuevas placas en las que se habían grabado otros 3.169 nombres. En esta segunda etapa, también se incluyeron las referencias de 194 masacres ocurridas desde la década de 1970 hasta 1992.

21. El Decreto Ejecutivo 204/2013 contemplaba cuatro tipos de medidas de reparación en lo referente a la rehabilitación, indemnización, dignificación y garantías de no repetición de los hechos, donde diversas instituciones del Estado jugaban un papel primordial para su cumplimiento, pero al haber cambio de Gobierno, el Decreto ya no sigue vigente.