Mapa DDHH Sahara

Colgados cabeza abajo, desnudos, hinchados, heridos. Moubarak Safia fue llevada a aquel lugar lleno de hombres que parecía una carnicería. Apenas tenía veinte años. La llevaron para que reconociera a alguien y el terror se quedara con ella. Pero no pudo identificar a ninguna de esas personas desfiguradas. Cuando dijo «no conozco a ninguno» le dieron su dosis. Su marido que era uno de los que estaban colgados –y no quería que a ella le pasara lo que a él– balbuceó:

– Soy yo.

Fue llevada a la sala de torturas donde había otras mujeres desnudadas y con las manos atadas, que sufrieron los mismos tormentos. Moubarak estaba amamantando a su hijo recién nacido cuando fue detenida. Después de varios días, sus pechos estaban hinchados y amoratados, duros como piedras. Las otras mujeres malheridas le ayudaban a sacar su leche. Uno de esos días se desmayó y se despertó en el hospital. Cuando regresó su tortura había pasado, pero las mujeres eran sacadas, de tres en tres, cada noche hasta el amanecer. Estuvo un año desaparecida. Su marido –cabo de la policía española– y su hermano, aún lo están.

Memorias Nómadas

Carlos Martín Beristain

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